Julio HERRERA Y REISSIG

TRATADO DE LA IMBECILIDAD DEL PAÍS por el sistema de Hebert Spencer.

 

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Difícilmente creo que se hallará gente más perezosa que la del país. Y no sólo la población urbana gusta de no tener más ocupación que hablar de política o asomarse a la puerta para ver quién pasa, sino también la gente de nuestros campos, modelo acabado de haraganería hotentote, que fuera de tomar un cazo o poner una caldera al fuego, no saben hacer otra cosa que mascar tabaco.

En varios paseos que he dado por nuestra campaña se me ha caído el alma a los pies, como vulgarmente se dice al considerar la abominable dejadez del paisano, que ni siquiera para tener sombra durante el verano es capaz de plantar unos árboles alrededor de su choza. Prefieren asarse vivos bajo el zinc o la paja durante el tiempo más caliginoso que agacharse un momento y revolver la tierra.

No hay que hablar de otra clase de agricultura. Jamás el paisano tiene alrededor de su rancho una pequeña huerta; ni siquiera una hectárea cubierta de hortalizas. Si por casualidad existe un ombú centenario junto a la vivienda del gaucho, no se piense por un momento que el dueño de casa lo ha plantado. Es todo lo contrario, dicho dueño ha ido a plantarse más o menos vegetalmente junto al arrogante centinela de nuestras cuchillas, levantando su choza al amparo de los ramajes; soldados, policianos, delincuentes y locos; he aquí lo que nuestra campaña ha rendido a la civilización y al bienestar económico del país.