Carlos ANDRADA

SERES DE LA LUCHA ETERNA POR LOS CAMINOS. Vol. 1.
PAG 111

«(…) Las mismas palabras acababan de conformar la misma oración que volvía a ensordecer los oídos de, esta vez, Lyana y Mirabal, que eran testigos presenciales de como su madre empezaba a perder color y forma, desdibujando la silueta hasta quedar hecha, o más bien deshecha, solo un poco de aire: una pequeña ráfaga de viento, casi tan imperceptible al tacto como a los ojos de sus azorados hijos que no daban cuenta de lo que “dejaban de ver”, con la única evidencia de un trasfondo de paisaje borroneado que acusaba sobre la presencia de su amada madre. Los dos hermanos se abalanzaron desesperados sobre la figura casi invisible, pero pasaron de largo sin percibir otra cosa que un viento frío que les erizó la piel.
–¡Devuélvanme a mi madre! -exclamó Mirabal que trataba de tantear como a ciegas donde se encontraba Berena.
–No se la hemos robado, ni pensamos hacerlo -objetó Blugam- se la dejaremos a ustedes, a nosotros no nos serviría de nada.
Dicho esto, miró de reojo a sus hermanas que intercambiaron con ella una mirada compinche de maldad encubierta.
-¡Queremos a nuestra madre tal cual es y no esto! ¡si ni siquiera podemos verla o acariciarla! -les contestó Mirabal- ¡Vuélvanla a su estado anterior!
-No somos nosotras las que nos encargaremos de eso, sino ustedes los que lo harán….¡si pueden! -dijo Gurkam y terminó su frase con una carcajada como venida de ultratumba.
-¡No podemos hacerlo! -le gritó Lyarna verdaderamente asustado y recordando su mala experiencia con la transformación que habría sufrido su hermana.
-¡Podrán! -afirmó Blugam -¡pudieron volver a alguien del hielo porque no habrían de volver a alguien del aire ! Solo deben hacer nacer en este preciso lugar un enorme ombú, y recién cuando este se encuentre frondoso, con sus enormes ramas abarrotadas de verdes hojas, recién ahí podrán ver a su madre tal cual ustedes pretenden.
-Y para que vean que no somos tan malas como suponen, les regalamos las semillas -ironizó Trutsdam, y tras arrojar algunas de ellas sobre el suelo, las tres hechiceras volvieron a desaparecer tan fugazmente como habían aparecido.»

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