Jorge BUCAY

LOS RETOÑOS DEL OMBÚ

 

Todas las tardes hombres y mujeres del lugar paseaban alrededor del ombú. Conversaban, hacían negocios, tomaba decisiones el municipio, se arreglaban casamientos y se recordaba a los muertos. Así pasó durante años.

 

Hasta que un día ocurrió algo diferente: del ombú  empezó a salir un retoño. Fue el primer retoño que tenía el viejo árbol. Unos quedaron muy felices con la noticia y quisieron festejar. Pero otros pensaron que el nuevo retoño traería complicaciones.

Al cabo de un mes se habían formado más de veinte retoños.

Luego el guardia dio aviso de que algo le pasaba al viejo ombú. Sus hojas estaban amarillentas,  débiles y se caían con facilidad, la corteza que antes era carnosa y tierna, se había vuelto reseca y quebradiza. El ombú estaba enfermo. Y quizás moriría.

Entonces los vecinos del pueblo  empezaron a discutir, unos decían que lo que le pasaba al ombú era culpa de los retoños. Los defensores de los retoños decían que los retoños serían el futuro si algo le pasaba al viejo ombú. Así se pusieron a discutir y  a decir que había que destruir los retoños y otros que había que talar el ombú porque ya había cumplido su ciclo.

Tanta fue la discusión que terminaron en una gresca callejera para definir quién tenía razón. En esa pelea se lesionaron los retoños y el ombú. Toda esta diferencia llevó a que el pueblo se dividiera en dos bandos bien diferentes y enfrentados, llenos de odio, rencor y resentimientos.

Hasta que en medio de la discusión apareció el viejo del pueblo, un hombre de más de  cien años que había fundado el pueblo y plantado el ombú. El anciano  se enojó mucho con los dos bandos, y les dijo:

Ustedes son incapaces de defender nada, porque su única intención es lastimar a todos los que piensen diferente. Ustedes no se han dado cuenta de su error y están tan equivocados unos como otros.  El ombú no es una piedra. Es un ser viviente y como tal, tiene un ciclo vital. Este ciclo incluye dar vida a los que continuarán su misión, es decir, incluye preparar a los retoños para hacer de ellos nuevos ombúes. Pero los retoños, estúpidos, son sólo retoños. Y por ello no podrían vivir si el ombú se muere, y la vida del ombú no tendría sentido si no fuera capaz de prolongarse en nueva vida.

Prepárense “defensores de la vida”, entrénense y ármense. Pronto será la hora de prenderle fuego a la casa de sus padres con ellos dentro, pronto envejecerán y empezarán a estorbar el camino.

Prepárense “defensores del ombú”, practiquen con los retoños. Deberán estar preparados para pisotear y matar a sus hijos, cuando estos quieran reemplazarlos o superarlos.

¡Ustedes se llaman a ustedes “los defensores”!

Ustedes lo único que quieren es destruir…

Y no se dan cuenta de que destruyendo y destruyendo, destruirán también inexorablemente todo aquello que creen defender. ¡Reflexionen! No tienen mucho tiempo…

Y dicho esto, bajó lentamente del estrado y caminó hacia la puerta. En medio del silencio de todos, se fue.

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